El pretexto más poderoso para mi incursión en el blog-mundo fue mi hija Jimena. Contar (sí, contar como quien cuenta un cuento, no compartir, eso vino despues) su historia y lo que su historia había hecho con la mía y la de mi pareja era una necesidad casi física.
El blog mutó y se convirtió en algo mucho mayor, en un microcosmos con vida propia, fue la coincidencia de lugar y momento, como dice Michael Gladwell en "Outliers" y la historia de Jimena quedó como un acento prepoderante, una metahistoria, un pretexto, motor y gasolina, pero de un aparato enorme, monstruoso.
Ese momento pasó, el blog es ahora historia antigua, y emprender otro, a estas alturas del partido, no podría parecer más anacrónico (más que hacer una revista, por ejemplo), pero así son las crisis de los 40's, intempestivas.
Y ahora mi pretexto es Joaquín, mi segundo hijo, que cumple próximamente cinco años (la edad que tenía Jimena cuando empecé mi primer blog) y cuya historia merece ser contada tanto como la que les conté en WOM(s) (sicazo!).
Por eso el blog se llama así, porque ya platiqué que Joaquín no puede saltar muy bien y que además de esa virtud, tiene muchas otras cualidades extraordinarias. Es el hombre del siglo XXI y sin duda, esa es otra historia que merece ser contada.
Me apetece, pues, regresar a un espacio que ya muchos ven con recelo de antigüedad, por lo cómodo que es, como ningún otro, para contar historias coloquiales, extensas, sin compromisos y con corazón.
Un poco como el amor, como es Joaquín.